Las crisis son oportunidades si sabemos ver el aprendizaje, si nos genera un cambio de segundo orden. Los cambios de segundo orden son aquellos que inician el desarrollo de nuevas estructuras, que generan crecimiento.
En estos días muchos de nosotros estamos experimentando emociones similares: ansiedad, preocupación, miedo, tristeza. Las emociones son señales de alerta que nos da el cerebro para movilizarnos a la acción. Es por ello que conviene tener claro que las emociones son todas buenas si las empleamos para el propósito adecuado.
El miedo es una emoción que aparece cuando nos sentimos amenazados y el propósito es que hagamos algo que nos devuelva la seguridad, poner un límite a esa amenaza. Totalmente lógico sentir miedo en medio de una pandemia. Ahora bien: que ese miedo nos lleve a tomar acciones de protección (que para eso nos da la señal el cerebro). El miedo que paraliza no juega a favor de nuestro bienestar, el miedo que nos lleva a imaginar un montón de escenarios negativos tampoco. El cerebro no distingue realidad de imaginación. Por lo tanto cada vez que imaginamos algo que podría pasar, aquello a lo que tememos, el cerebro lo vive como real y esto dispara reacciones en el organismo que perjudican nuestra salud.
La tristeza es una emoción que aparece ante una pérdida, cualquier tipo de pérdida, material, emocional, física. De modo que también es lógico que estemos tristes en estos días. Hemos perdido la vida que llevábamos. La vida cambió de un día para otro y en ese cambio se nos fueron cosas: rutinas, deportes, vacaciones, reuniones, abrazos…
Así que es válido estar triste. Eso sí, la tristeza también aparece para llevarnos a la acción: aceptar lo que perdimos y buscar el modo de reponernos.
La aceptación es quizás uno de los mayores desafíos del ser humano. Es entrar en contacto con nuestro “Yo Adulto”, evitando que tome las riendas nuestro “Yo Niño” que es el que dice “me gustaría que las cosas fueran de tal o cual modo”. Las cosas son como son y frente a eso tenemos dos opciones: aceptar o resistirse. No es novedad que lo que resistes, persiste. Así que cuanto antes aceptemos que lo que está sucediendo es lo que es, más pronto lograremos gestionar esas emociones de un modo más eficaz.
Cuando queremos desconectar de estados dolorosos hay algunas sencillas acciones para poner en marcha: escuchar música divertida, reír con una película, contactarse con personas positivas y alegres, mirar fotos de buenos momentos vividos, leer algo motivacional. Lo fundamental es evitar retroalimentar la emoción desagradable. Y digo desagradable porque no es que sea negativa. Es buena porque viene a cumplir una función, es desagradable porque no nos gusta sentirla.
Así que te propongo que ni paranoia ni inconsciencia… autoobservación para identificar cómo me siento, nombrar la emoción y manejarla usándola a nuestro favor. Esta pandemia hay que transitarla. Si usamos la experiencia para conocernos más y gestionarnos mejor, saldremos fortalecidos.
Mag. Carolina Aita
Magíster en Educación
Coach personal y ejecutivo